LA DIFERENCIA ENTRE LA FUERZA Y CORAJE

vere

Se necesita fuerza para ser firme.
Se necesita coraje para ser gentil.

Se necesita fuerza para hacer guardia.
Se necesita coraje para bajar la guardia.

Se necesita fuerza para conquistar
Se necesita coraje para rendirse.

Se necesita fuerza para estar seguro.
Se necesita coraje para tener duda.

Se necesita fuerza para encajar
Se necesita coraje para sobresalir.

Se necesita fuerza para sentir el dolor de un amigo.
Se necesita coraje para sentir su propio dolor.

Se necesita fuerza para ocultar sus sentimientos.
Se necesita coraje para mostrarlos.

Se necesita fuerza para soportar el abuso.
Se necesita coraje para detenerlo.

Se necesita fuerza para estar solo.
Se necesita coraje para apoyarse en otra.

Se necesita fuerza para amar.
Se necesita coraje para ser amado.

Se necesita fuerza para sobrevivir.
Se necesita coraje para vivir.

Al madurar, cambiamos nuestro modo de reaccionar…

aaa

Al madurar cambiamos nuestro modo de reaccionar…

A veces llega un punto en la vida en la que, sucediéndonos las mismas o parecidas cosas a antes, no reaccionamos de la misma manera. Tal vez nos sorprenda, pero miramos en nuestro interior y vemos que algo ha cambiado, ya no reaccionamos de la misma manera. Ese cambio no es la edad sino la madurez, la toma de conciencia, o el plantearnos con honestidad, hacia dónde queremos dirigir nuestros pasos.

Es que todo cambio influye en nuestra vida, en conocernos mejor, en formar nuestra persona, en convertirnos en las mujeres reales que somos… y no en una burda copia de lo que dicta la familia o la sociedad.

Cuando ves que las mismas cosas ya no te afectan como antes, cada acierto es un logro que nos estimula, pero cada desencuentro habla más de lo que necesitamos aprender, y urge que sea valorado desde ese modo para no tener lecciones acumuladas que sólo nos aporten sufrimiento.

Nadie quiere sufrir, pero por culpa de nuestras ideas y expectativas preconcebidas, siempre acabamos sufriendo. Cuando la realidad no es tal cual lo esperamos, nos desmoronamos. Y cuando no provocan ese bajón, es que hemos crecido y madurado.

Trasformamos nuestro ser reactivo, resistente, en un ser más evolucionado; maduro y proactivo, que tiene la capacidad de subordinar los impulsos a los valores pilares de nuestra ética y moral.

La vida es una gran escenario en el que cada persona es un maestro que trae algo para nosotras, nadie se cruza en nuestras vidas por casualidad.

¿De quienes aún no has aprendido? ¿Qué crees que tienes para aprender de tu pareja? ¿Y de tus hijos?

Cuando te acostumbres a quitarle dramatismo al día a día, pensarás de forma más liviana, y tu mochila no cargará con tantas piedras.

Aprenderás de todo lo que te rodea, y eso te permitirá evolucionar en tu misión: ser feliz.

No aprendemos de la experiencia, aprendemos de reflexionar acerca de la experiencia.

7 Claves para ser feliz:

*Respira con el corazón, recuerda que el aire es tu combustible
*Sonríe o llora, haz lo que sientas, no vendas una imagen que no es
*Destierra el miedo con su opuesto que es el amor
*No te compares con nadie, disfruta tu originalidad
*Goza, y mantén contemplación
*Háblate con amor, hazlo también con las demás personas
*Elimina comentarios tóxicos o críticas, ni siquiera te enredes en esos pensamientos

La vida está llena de estrés

nebo-vecher-zakat-zima-derevya

¡Mucho estrés! Enojadas, apuradas, angustiadas. Las mujeres encaminadas en la todología, trabajamos, somos amas de casa, madres, esposas, hijas y amigas…

Mientras el mundo sigue girando con 24 horas, nosotras tratamos de extenderlas, buscar un hueco en la agenda que nos permita hacer todo. Y con tanto estrés encima, el cuerpo, alma y nuestras emociones se resienten.

Es que vivimos con nuestro sistema de estrés alterado, en constante alerta, para un lado para el otro; agotadas. Pero cabe la pregunta: ¿Vale la pena?

Si buscamos fuera de nosotras, infinidades de factores se presentan como estresores, el tráfico, el exceso de trabajo, la contaminación auditiva del teléfono que suena y suena, el tiempo que parece cada vez más escaso, las escuelas de los niños, los problemas de la casa… ¡Auxilio!

Sin embargo, ¿para qué nos estresamos?

Físicamente nos estresamos para protegernos; nuestro maravilloso cuerpo/organismo sale a la defensa de sí mismo accionando nuestro sistema del estrés. Este sistema inscripto en nosotros en la época prehistórica libera un cóctel de hormonas en el torrente sanguíneo para prepararse para dos respuestas posibles: Huir o Pelear.

Esas respuestas eran obvias en la época en que salíamos a cazar “mamut” pero activábamos el sistema de vez en tanto, permitiendo a nuestro cuerpo liberarse de toxinas.

Hoy en día, lo activamos a cada rato, una mirada del jefe, una respuesta del esposo, una fila en la caja del supermercado, y la intoxicación es bienvenida. ¿Qué nos sucede entonces? ¿Hay más estresores o situaciones estresantes en el 2014 o son nuestros ojos que así lo interpretan?

Toda vez que nos estresamos, sistemas importantes se inhiben para preparar al organismo a la adaptación deseada; el sistema circulatorio, el digestivo y el sexual se apagan, lo que nos da sobraba experiencia que en situaciones estresantes perdemos el “apetito en todos los sentidos incluyendo el sexual”; los vasos sanguíneos se contraen, al igual que los poros capilares con la finalidad de evitar la hemorragia de una eventual herida; ¿Tanto trabajo por el tráfico? ¿No es demasiada logística por un mal entendido?

Por sentirnos tan expuestas, temerosas del qué dirán, o del rechazo, de la aprobación pública, vivimos como si a cada paso un gigante mamut estaría por atacarnos. Pero no es lo que ocurre fuera lo que genera nuestro estrés, sino lo que ocurre dentro de cada uno de nosotros. Son las interpretaciones que hacemos acerca de las situaciones que vivimos las que nos hacen sentir en desventaja.

No se trata de que hagas sonidos con los dedos y cambies de programación, pero si te invito a que reflexiones.

¿Vale la pena que tu organismo se intoxique? Y frente a cada nuevo episodio, seas tú quién elija, que te detengas y pienses ¿Vale la pena que por esto castigue a mi cuerpo?

¿Eres parte de la solución o parte del problema?

¿Eres parte de la solución o parte del problema?

Muchas veces, sin quererlo o sin darnos cuenta, nos hacemos parte del problema.

Lo vemos venir y temblamos de la preocupación; le damos vueltas hasta que nos duele la cabeza o se la ponemos como un bombo a quien esté al lado y creamos un problema añadido al entrar en tal estado de nervios.

Honestamente, yo también lo he hecho.  Reconozco que no es lo más práctico ni lo más sensato.

A modo de sugerencias (o autosugerencias), aquí unas ideas para salirse del problema y comenzar a explorar soluciones:

1. Ponte en pausa. Cuando salten las alarmas, espera. Date un paseo o busca otra manera de despejarte, hasta que se aplaquen los nervios y puedas ver las situación con otros ojos; con los ojos de la razón.

2. Acepta tu miedo, pero no dejes que decida por ti.  Tener miedo es normal y hasta saludable.  Otra cosa es ser prisionero del mismo. El miedo es sólo una emoción que tiene el poder que tú le des.

3. Cíñete a los hechos. No te cuentes a ti mismo historias sobre las malas intenciones de tal o cual. No especules con lo que pueda ocurrir en adelante, si no cuentas con datos contundentes. Quédate con la información que conoces, con lo que puedes manejar… y haz el resto a un lado.

La situación ya es complicada, como para querer complicarla más.

4. Hazte preguntas que lleven a soluciones. ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? Esos interrogantes sirven de poco. Elige preguntas que supongan un paso adelante, como: Dado el panorama, ¿qué es lo próximo que voy a hacer?

5. Busca acuerdos. Si hay más gente involucrada, la solución hay que encontrarla entre todos.

Esperar que otros enfoquen la situación del mismo modo que tú y que lleguen a las mismas conclusiones hará el problema más grande. Escucha. Comprende. Y, si no estás de acuerdo, expón lo tuyo.

Ahora… ¡a encontrar una solución!

Difícil papeleta, a la que no le hace justicia una entrada tan corta como ésta.

Pero, para tener el proceso claro, todavía voy a resumirlo más: No te enlaces al problema con emociones desbocadas y un exceso de pensamientos catastrofistas. Enfría tu mente, simplifica y enfócate en la salida.