Un exquisito aroma
Y nosotros somos ese suave aroma que Cristo ofrece a Dios. Somos como un perfume que da vida a los que creen en Cristo.
2 Corintios 2:15-16
Ella entro alegremente y se sentó delante de mí en un juego de baloncesto en la Universidad de Indiana aquella fría noche de febrero. Era una mujer mayor de edad, vestida con un conjunto de oficina color azul marino, con una bufanda roja y blanca amarrada elegantemente en el cuello. Tenía su cabello corto y canoso nítidamente acomodado detrás de sus orejas y su lápiz de labios era el perfecto color carmesí que identificaba a la universidad.
Hubiera dicho que tenía entre cincuenta y cincuenta y cinco años, probablemente profesora de la universidad. Tan pronto se sentó e su asiento, un aroma exquisito impregno el aire. Se abrió paso por encima de los olores a palomitas de maíz frías, salchichas calientes quemadas e invadió mis fosas nasales. Aspire profundamente y dije: , Mmmm..
Puedes oler ese perfume? Le susurre a mi madre.
Si, huele fantástico! , me contesto.
No cabía duda. Aunque aroma exquisito había llegado con la elegante dama sentada frente a nosotras. Tan pronto sonó la bocina del intermedio, me incline hacia el frente y toque a la dama en el hombro.
Discúlpeme, usted huele riquísimo, Podría decirme el nombre del perfume que lleva? Muchas gracias, respondió y luego me dio el nombre del perfume.
Compartí la información con mi madre, y ambas hicimos una nota mental para nuestro siguiente viaje de tiendas para comprar perfumes. Quería oler justo como la dama elegante de pelo canoso. ..
Sabes? La biblia dice que somos el perfume de Cristo, cuando entramos a un lugar, debemos llevar su fragancia con nosotros. Su aroma debe ser tan agradable que la gente debe tocarnos en el hombro y decirnos
“Disculpe. Usted huele riquísimo. Podría decirme que perfume lleva?”
Y con esa oportunidad, podemos compartirá Jesucristo con cada persona que note nuestro olor de Cristo.
Tal vez tu fragancia se parezca más a la de las palomitas de maíz frías o a las salchichas calientes quemadas. Si es así, simplemente necesitas un “embellecimiento de aroma”. Pídele a Dios que reemplace tu perfume humano con su divina fragancia para así poder ser testigo de su dulzura dondequiera que vayas. Pídele al Señor que te llene con su amor fragante para que impregne el lugar antes que entres. Él lo hará, El desea que sus hijas huelan siempre bien. Después de todo somos el perfume de Cristo, y ese es mejor que hasta el más fino de los perfumes.